KABUL, Afganistán.- Desde que tomaron el poder, el 15 de agosto del año pasado, los talibanes fueron quitando derechos a las mujeres, e hicieron retroceder en poco tiempo los logros alcanzados durante las dos décadas de intervención estadounidense en Afganistán. Este fin de semana, reprimieron a tiros y culatazos una manifestación en Kabul, en la que un grupo de mujeres pedían por sus derechos perdidos.
El grupo se concentró, el sábado, frente al edificio del Ministerio de Educación, en la capital afgana, a dos días de que se cumpla el primer aniversario del regreso al poder de esta rama de violenta del Islam, con una interpretación extremista y fanática de la religión musulmana.
Unas 40 mujeres, con una pancarta que decía “El 15 de agosto es un día negro” y coreaban “Pan, trabajo y libertad”, marcharon en Kabul, para exigir derechos al trabajo y a la participación política. Los combatientes talibanes las dispersaron haciendo tiros al aire y a empujones. Algunas de las manifestantes, que se refugiaron en tiendas cercanas, fueron perseguidas y golpeadas con las culatas de sus rifles.
“Justicia, justicia. Estamos hartos de la ignorancia”, gritaban las manifestantes, muchas de ellos sin velo, antes de dispersarse. Periodistas que cubrían la protesta también fueron golpeados por los combatientes talibanes, indicó un corresponsal de la cadena alemana Deutsche Welle.
El 15 de agosto de 2021, los talibanes derrocaron al gobierno de Ashraf Ghani y tomaron el poder en Afganistán. La promesa de permitir que las mujeres participen de la vida política y cultural, que hicieron en el Acuerdo de Doha, fue un espectáculo para lograr la aceptación de los países occidentales, señalan organizaciones de defensa de los derechos humanos.
El gobierno que regresó al poder hace un año, después de haber sido derrocado 20 años atrás, se había comprometido a ejercer una versión más blanda que la del período 1996-2001.
La mentira quedó al descubierto semanas después, cuando se impuso la prohibición de que las mujeres salieran a la calle sin velo o que se separaran las clases universitarias entre varones y mujeres. En este año, decenas de miles de niñas han sido excluidas de las escuelas secundarias, mientras que a las mujeres se les ha impedido regresar a muchos trabajos gubernamentales.
A las mujeres también se les prohíbe viajar solas en y trayectos largos y solo pueden visitar los jardines y parques públicos de la capital en días separados de los hombres.
En mayo pasado, el líder supremo del país y jefe de los talibanes, Hibatullah Akhundzada, incluso ordenó a las mujeres que se cubrieran por completo en público, incluido el rostro, idealmente con un burka que lo cubriera todo.
Al principio, hubo intentos de hacer retroceder estas medidas. Pero los talibanes pronto detuvieron a las cabecillas, manteniéndolas incomunicadas y bajo tortura psicológica, mientras negaban que hubieran sido detenidas.
La represión impuesta sobre niñas y mujeres se volvió “asfixiante”, según la denuncia que realizó la organización no gubernamental Amnistía Internacional. En su informe ‘”Death in Slow Motion: Women and Girls Under Taliban Rule” (Muerte en cámara lenta: Mujeres y niñas bajo el yugo talibán), la ONG afirma que los talibanes están devastando las vidas de las mujeres y las niñas de Afganistán con la represión de sus Derechos Humanos, incluidas restricciones a su derecho a la educación, el trabajo y la libre circulación.
Los medios independientes son vistos como enemigos. Entre 2001 y 2020, la prensa libre vivió progresos, pero ahora miles de periodistas afganos están o exiliados o sin empleo. Según Reporteros Sin Fronteras, el 43% de los medios afganos han sido cerrados en los últimos tres meses.
“De las 10.780 personas que trabajaban en medios afganos (8.290 hombres y 2.490 mujeres) a comienzos de agosto de 2021, solo 4.360 lo seguían haciendo en diciembre (3.950 hombres y 410 mujeres)”, informó la ONG.
Tras el colapso del gobierno de Ghani, muchos medios cerraron sus operaciones, lo que dejó sin trabajo a cientos de reporteros. La represión de los talibanes y la deteriorada situación económica del país han ayudado a empeorar las cosas.
Pese a la gravedad de la situación, la crisis afgana recibe escasa atención de la comunidad internacional, con la guerra en Ucrania y las tensiones en Taiwán copando la atención de los medios. Algunos expertos estiman que la situación es similar al escenario de fines de los noventa. Entonces, lejos del centro de atención global, el país se convirtió en un oasis para grupos radicales y organizaciones yihadistas, como Al Qaeda.